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jueves, 29 de marzo de 2012

Récord en exportaciones: ¿celebrar o prender alarmas?

En términos relativos, nos estamos volviendo un exportador principalmente de ‘commodities’, como Venezuela y Nigeria, con toda la volatilidad que esto implica; mientras los sectores industriales, que son la fuente principal de empleo junto con los servicios, declinan.

Cerramos el 2011 con un récord hasta hace poco inimaginable en términos de exportaciones: crecimos 43,1 por ciento frente al año anterior para pasar los 56,954 millones de dólares de ventas de bienes al exterior, según cifras del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo.
Y los datos que reportan de enero siguen esta tendencia: un aumento del 24 por ciento.
A pesar de que las noticias muestran este incremento positivo, hay que ser muy cautelosos a la hora de examina con detalle los buenos resultados. Deberíamos alegrarnos, ¿o no?
Si analizamos un poco más lo que ocurre detrás de esta cifra, vemos que los productos primarios han venido aumentando su participación de forma acelerada: para el 2011, las exportaciones minero– energéticas representaron el 70,9 por ciento, con un crecimiento del 55,9 por ciento.
El considerable aumento de estos productos se debe a una coyuntura mundial, en la que los volúmenes y precios de los productos básicos (petróleo, carbón, ferroníquel, café verde, entre otros) han incrementado desde el 2003, en parte por la demanda que han dado países emergentes, en especial China e India.
Al ser un aumento dado por una coyuntura particular que puede cambiar en el futuro, no es una situación duradera y lo cierto es que han aumentado en mayor proporción los precios que los volúmenes.
Y aquí es donde debemos empezar a preocuparnos. Los productos primarios han contribuido de forma importante a la revaluación del peso frente al dólar.
El peso colombiano es la moneda más revaluada de los países emergentes y así se incentivan las importaciones por la mayor entrada de divisas al país. Entre tanto, los productos industriales han tenido un desempeño muy diferente.
Según las proyecciones para el 2012, las exportaciones primarias crecerán el orden de 50 por ciento, mientras que las industriales lo harán en 15 por ciento, teniendo en cuenta que en los dos años pasados habían decrecido.
En términos relativos, nos estamos volviendo un exportador principalmente de commodities, como Venezuela y Nigeria, con toda la volatilidad que esto implica; mientras los sectores industriales, que son la fuente principal de empleo junto con los servicios, declinan.
Los dos rubros de productos no mineroenergéticos que tuvieron un crecimiento destacado en el 2011 son los agropecuarios: 25,4 por ciento, debido a la dinámica de las exportaciones de café que aumentaron 38,5 por ciento (el 93 por ciento de las ventas externas agropecuarias correspondió a tres productos: café, banano y flores) y los productos agroindustriales registraron un incremento del 28,4 por ciento con liderazgo del azúcar. Estos crecimientos contrastan con el del sector industrial, que lo hizo en 16,5 por ciento.
Ahora, no hay nada de malo en crecer los productos primarios, aparte de los impactos negativos de moneda que esto pueda tener. Lo que debe analizarse es qué tanto estamos tomando la decisión de volvernos un país exportador de básicos y qué tanto estamos simplemente siguiendo la corriente de la coyuntura.
Los países asiáticos, ejemplo de alto crecimiento en las últimas décadas, han decidido en qué frentes se quieren concentrar para desarrollar su sector externo y así contribuir al desarrollo de sus países.
China, desde comienzos de los 80, decidió atraer capital extranjero a través de sus Zonas Económicas Especiales y fomentar la industria liviana para absorber una enorme cantidad de mano de obra.
Fue un proceso duro y largo, pero hoy en día ya está enfrentando la perspectiva de tener que crecer su economía con el consumo interno: puede haber 250-300 millones de chinos de clase media, una prueba del éxito de su política económica.
Para Corea del Sur, un país parecido a Colombia en tamaño y población, la decisión (dictatorial, es cierto) en los años 60 fue concentrarse primero en industria liviana (confecciones, seda, calzado, entre otros). Luego, fomentaron la exportación de estos artículos con tal éxito, que tuvieron que migrar a nuevos sectores de mayor valor agregado por el aumento de sus sueldos, y ya en los años 70 estaban trabajando electrodomésticos, automóviles, astilleros, acero y químicos.
De ahí vienen Samsung, LG, Hyundai y Kia. Claramente, el resultado de una política de crecimiento económico nacional.
Mientras tanto, nosotros hemos pasado de un proceso exitoso de industrialización en los años 50, 60 y 70, para después desindustrializarnos y volvernos en este siglo el productor de commodities que somos. ¿Es esto lo que estamos buscando? ¿Será que vamos a poder integrar así a nuestra economía ese alto porcentaje de desempleados y subempleados que tenemos? ¿Cómo puede el país lograr que esa bonanza sea distribuida a toda la población?
¿Cómo están ligadas las políticas comerciales con las económicas y sociales? ¿Dónde las locomotoras de desarrollo planteadas por el Gobierno que no se están viendo reflejadas en las estadísticas de exportaciones?
Es importante que tengamos claro qué papel debe jugar en nuestro desarrollo el sector externo y que los resultados no sean simplemente el impacto, positivo o negativo, de una coyuntura mundial, sino de un proceso más planificado en el interior del país.
Juan Carrillo y Juana García
Profesores Facultad Administración   
Universidad de los Andes