Si hace apenas un par de meses alguien hubiera pronosticado que el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos iba a hacer un tránsito veloz por el Congreso norteamericano, nadie lo hubiera creído.
Y es que no era necesario ser pesimista para ser escéptico, pues todos los intentos previos por lograr el paso de la iniciativa habían naufragado, incluso en la puerta misma del Capitolio en Washington.
Pero por cuenta de los misterios de la política, lo que parecía un imposible se volvió realidad en apenas una semana.
Ese fue el plazo que tardó la propuesta en hacer tránsito por las comisiones encargadas del tema en la Cámara de Representantes y el Senado estadounidense y, acto seguido, por las respectivas plenarias.
En contra de los anuncios que hablaban de un bloqueo orquestado por los principales sindicatos del Coloso del Norte, que movilizaron decenas de personas para protestar contra el acuerdo, nada pudo parar la locomotora.
Si bien el pacto con Colombia recibió menos votos que sus similares de Panamá y Corea del Sur, la verdad es que la diferencia a la hora de la votación fue muy holgada, mucho más que en el caso de otras naciones latinoamericanas.
Dada la rapidez del proceso, eran pocos los que en el país esperaban un desenlace tan rápido. Debido a ello, la sensación fue similar a la que tiene una persona a la que esperan para comenzar la fiesta, pero que todavía no ha comprado el regalo o el vestido.
Dicho de manera más clara, con el paso de los días fue evidente que Colombia no está preparada para enfrentar la mayor competencia que viene, a pesar de los años que tuvo para hacerlo.
Tanto a nivel de normas como de identificar oportunidades de negocios, reconvertir estructuras productivas o desarrollar la infraestructura, es muy poco lo que se ha avanzado.
En consecuencia, es bueno darse cuenta de que faltan menos de 12 meses para que el TLC con Estados Unidos entre en vigencia, y que ahora ya no hay excusa.
