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lunes, 1 de agosto de 2011

Acuerdo sobre deuda en EE. UU. no soluciona temas de fondo

Aunque el acuerdo "desactiva" la crisis, aún quedan problemas por resolver sobre recortes futuros.
Al final, lo que emergió tras más de un mes de intensos debates fue un acuerdo que desactiva temporalmente lo que se veía con un tsunami financiero con efectos en los cuatro rincones del planeta, pero que no dejó a muchos contentos y posterga para más adelante la solución de los problemas de fondo.
El acuerdo para elevar el techo de la deuda de EE. UU. y recortar el déficit fiscal, aún pendiente de ratificación legislativa, elevaría el cupo de préstamo entre 2,1 y 2,4 billones de dólares, fondos suficientes para cubrir con los gastos y obligaciones financieras de aquí hasta finales del 2012.
Paralelamente, prevé recortes por otros 2,4 millones de dólares: 917 de manera inmediata y el restante pendiente de las recomendaciones de una comisión bipartidista que debe identificar por dónde se sigue “peluqueando el presupuesto”.
En otras palabras, y allí está el primer sin sabor de este acuerdo, EE. UU. pedirá prestado más o menos la misma cantidad que piensa reducir en sus gastos a lo largo de estos próximos 10 años. Es decir, que si bien el déficit de 14,7 billones de dólares no aumentaría, tampoco se reducirá.
Cuando se iniciaron las negociaciones, la idea -tanto de los legisladores como del presidente Barack Obama- era realizar una profunda reforma que pusiera el déficit en cintura. Para lograrlo, Obama proponía aumentar los impuestos a los más ricos –para generar más ingresos- y recortar en otros programas de gasto como los de defensa nacional e incluso el seguro social y médico. Los republicanos, sin embargo, se opusieron a cualquier aumento de impuestos e insistían que el recorte debía llegar de programas de corte social. Y nunca pudieron alcanzar un compromiso. “El resultado fue que los legisladores solo pudieron ponerse de acuerdo en un plan mucho más modesto que hace poco más que resolver la crisis inmediata”, decía este lunes el Washington Post.
Un plan que dejó a las bases de ambos partidos insatisfechas. A los republicanos pues no se recortó lo suficiente como para hacerle mella al déficit y a los demócratas porque se redujo el gasto, pero sin aumentar impuestos a los más pudientes.
El tema de fondo es que tarde o temprano EE. UU. tendrá que volver a la mesa para tomar las difíciles decisiones que se requieren si se busca una solución de largo plazo.
El plan en si también está lleno de escollos que aseguran que la pelea partidista se arrastrará por muchos meses más.
Si bien está garantizada la ampliación del techo de la deuda hasta 2012, está no llegará gratis. Aunque los primeros 400 mil millones de dólares se autorizan de manera inmediata, un segundo paquete por 500 mil millones de dólares tendrá que ser sometido al Congreso, que puede rechazarlo. Se trata de un voto simbólico pues si el legislativo tumba el aumento, el presidente usaría su poder de veto para imponerse. Y lo mismo sucederá con los otros 1,2 billones de dólares, que también serán sometidos a votación el año entrante. En otras palabras, aunque los mercados pueden estar seguros que EE. UU ya no incumplirá, en Washington seguirá la tormenta pues los republicanos aprovecharan esos votos para ventilar nuevamente el tema de la deuda y el déficit fiscal.
Y lo mismo pasa con los recortes previstos. Los primeros 917 mil millones son automáticos, pero el resto, cerca de 1,4 billones saldrán de la comisión bipartidista (6 republicanos y 6 demócratas). Sin duda, una gran pelea que está por darse pues las prioridades de recortes de unos son muy distintas a las de los otros.
En caso que la comisión no logré ponerse de acuerdo –lo cual es posible-, los recortes se realizarían de todas maneras: un 50 por ciento saldría del presupuesto de defensa y el otro de programas domésticos que no incluyan el seguro social o Medicare.
Para resumir, la solución acordada evitó una debacle, no desactivó la bomba de tiempo, ni puso fin a las rencillas partidistas. En términos pugilísticos, se trata solo de un primer “round”.
SERGIO GÓMÉZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington